jueves 11 de marzo de 2010

Revolucion de museo - Elizabeth Fuentes

TalCual.Vamos a dale - Revolución de museo - Elizabeth Fuentes . (acerca del museo de la revolución)

"Me encantaría disfrutar también (en ese Museo) del video aquel donde el ministro Giordani llora porque después de diez años en el poder, vio finalmente un tractor sembrando arroz en una hacienda expropiada. O la figura disecada (o en vivo, es lo mismo) de José Vicente sentado sobre la torre de documentos que evidencian la corruptela que imperó en el municipio Sucre durante el mandato de su hijo y de toda la familia de su nuera..."

Revolución de museo
VAMOS A DALE - Elizabeth Fuentes


En algún minuto de lucidez, un jalabolas chavista propuso hacer un Museo de la Revolución nada menos que en el edificio La Francia. O sea, donde estaba el oro parejo. Y digo lo de la lucidez no por la obvia referencia a la conexión del tipo "donde hay billete hay revolución" que pudiera ser su eslogan, sino porque al fin alguien entendió que ellos pertenecen al pasado, no solamente porque llevan un bojote de años montados en el poder, sino porque en el terreno de las ideas tienen, como mínimo, dos siglos de atraso.

La propuesta ­que más bien parece salida de cualquier editorial de Laureano Márquez­ nos pone bombita la joda en consecuencia, porque si a ver vamos, ¿qué puede contener un museo que pretenda mostrar a las generaciones por venir qué cipote fue lo que hizo esta gente, ah?
Yo diría que en la Sala de Logros pudieran lucirse los gallineros verticales, la siembra de hortalizas en la avenida Bolívar, el cheque enorme de la venta de los aviones de Pdvsa (porque se iban a acabar las colitas a los poderosos) y, obviamente, todos los proyectos de inversión postergados y presentados año tras año para rehabilitar las unidades termoeléctricas e impedir las fallas futuras en la generación de energía que, once años después, están acabando con medio país. Y ni hablar de las maquinitas electorales compradas a Smarmatic, justo al lado del voucher de invitacion al hotel de mil dólares la noche que esa empresa pagó al entonces presidente del CNE, Jorge Rodríguez, vaya usted a saber por qué.

Mas allaíta podríamos ver una intervención del creador venezolano José Antonio Hernández-Diez, la cual consistiría en una montaña gigantesca de zapatos construida con los que pertenecieron a las más de cien mil personas asesinadas por la delincuencia en estos once años, crímenes que han crecido, reproducido y se han profesionalizado gracias a la anuencia de un gobierno malandro.

Me encantaría disfrutar también del video aquel donde el ministro Giordani llora porque después de diez años en el poder, vio finalmente un tractor sembrando arroz en una hacienda expropiada. O la figura disecada (o en vivo, es lo mismo) de José Vicente sentado sobre la torre de documentos que evidencian la corruptela que imperó en el municipio Sucre durante el mandato de su hijo y de toda la familia de su nuera, quienes vieron multiplicados por 500 sus ingresos gracias a los contraticos otorgados por el alcalde Rangel Ávalos. No podría faltar una reproducción del maletín de Antonini Wilson, así como gigantografías de las plantas eléctricas que le regalamos a Cuba, las patrullas que le donamos a Bolivia o lo bonitas que están las carreteras en Nicaragua gracias a los dólares que le regalamos al beodo de Daniel Ortega.

Y por supuesto, en la sección audiovisual, podríamos reproducir la actual propaganda oficial donde, con voces como de orgasmo, nos invitan a ahorrar energía porque el acabose que estamos viviendo ahora resulta que es culpa de nosotros que no queremos al planeta y bolserías semejantes, mientras al lado escuchamos al Comandante de la Década Perdida, insultando al país durante cuatro horas de luz eléctrica desperdiciada.

Lo que sí me niego a imaginar es que en ese Museo de la Gran Nada aparezca ni siquiera la sombra de La Guachafita, la casa en Caruao arrebatada a Tony y Ana Carlota Quintero por quienes llevan once años recibiendo clases de odio y dan por sentado que invadir la tranquilidad de dos señores que hasta ayer eran sus amigos, forma parte de una gesta heroica aplaudida desde Miraflores. Y lo aseguro porque La Guachafita no estará por siempre en su epopeya miserable ni se quedará en las manos de quienes hoy apoyan a ese otro tipo de delincuentes que, desde sus mansiones y sus cuentas mal habidas, se hacen los locos frente al desmadre general que le han causado al país. Como le escuché decir al economista José Guerra en estos días, voy a comenzar a militar en el grupo de No Me la Calo: ni los abusos, ni las colas de racionamiento, ni la oscurana, ni su ejército de incompetentes. Ya nos veremos, más temprano que tarde, celebrando en La Guachafita la fuga general de las ratas del barco.

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